lunes, 2 de noviembre de 2015

Me tienes niña.

Me dedico a disfrutar mi regalo del mundo. Es mío y vive solamente en mí. Es invisible, insípido, no se puede tocar, ni oler ni escuchar; sin embargo, enaltece mis sentidos más que ninguna otra cosa.

Yo no lo pedí, llegó así, un día de marzo, como anunciando la primavera, y eclosionó en mí al sentir tu mirada. Por primera vez. Tímida. Así, como le aparentas ser al mundo. Indiferente, como todos creen que eres. Altanera, como ni siquiera finges serlo bien. A mí no me engañas.

Hoy he podido constatar que mis sospechas fueron siempre ciertas. Ahora sé que eres ese ser hermoso que yo intuí. Te veo de cerca y lo siento en mis dedos al recorrer tus mejillas. Al besar tu frente. Al recorrer tus brazos con ingenua fascinación. Al sentir lo húmedo de tu cabello cuando te recuestas en mi pecho.

Sólo siento el impulso de admirarte, de cuidarte, de entregarme, de mantener eterna vigilia en pos de tu sonrisa, de descansar sólo si estás calma. De ayudarte en todo lo que necesites. Nada hay en mí para ti, que no sea amor. Eres mi prueba de fuego.

Yo no sabía que portabas dentro de tu alma ese regalo que dios tenía para mí. Mi amor. No sé si después de ti, exista más de esto para mí en el cosmos. Hoy no me imagino, ni siquiera, buscándolo en otro lado. No quiero pensar en qué haría ahora yo sin ti, ya que me has mostrado el paraíso que cargas contigo, dentro, y que yo vivo cada segundo que te tengo, que te pienso, que te recuerdo, o que te imagino. Paraíso que a veces me siento el único capaz de ver y sentir. 



Me tienes niña. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario