viernes, 23 de abril de 2010

Hoy me acordé de ti


Lo primero que recordé fue ese día, unos pocos días después de que inauguraran el auditorio subterráneo y por lo tanto los elevadores. Recuerdo que recordé que tenías examen, así que bajé. Bajé y de sorpresa abriste la puerta de la sala donde estaban tomando los exámenes. Abriste y me viste como mira un niño a su madre después de haberse caído al suelo… me viste, me abrazaste, y sentí que sentías algo hermoso.

Nunca podré describirte lo que se sentí. El hecho de que una mujer tan hermosa como tú me haya abrazado como me abrazaste ese día…

Realmente no quería que fueras a Valencia… tal vez porque lo que yo deseaba secretamente era que no pudieras ni por un momento olvidar que quizá no me verías más, porque no quería que te distrajeras del dolor que yo quería que sintieras por verme partir, porque sólo así sentiría que en verdad me querías.

No quiero que me olvides…

Ojalá ese iPod siga siendo para ti lo que es para mí… ojalá entiendas lo que pretendía regalarte…

Mira al cielo mi niña…

… quería regalarte el cielo, así, azul, como lo vimos esos días, sin estrellas y con mucho viento y olor a vida…

Te recuerdo abriendo tu regalo en el pasto, te recuerdo presumiéndolo ante nuestros grandes amigos esa noche… te recuerdo sonriendo (siempre sonriendo) con esa blusa roja vertiendo el aceite de oliva en la ensalada… intentando encender el horno y cortando los tomates… preocupada porque todo estuviera listo antes de que llegaran a cenar… intentando dormir a mi lado inquieta porque no sabías qué iba a pasar…

Y así íbamos aquella otra noche, caminando por la calle, buscando mi última cena en Barcelona y la ruta de Bus que nos llevaría al aeropuerto (Finalmente tomamos un taxi), mi último momento a tu lado, unas Frankfurt, unos panes, unas galletas con relleno de naranja, salchichón y queso… Yo no caminaba, yo volaba. A tu lado se podía volar.

(Por cierto, gracias por ayudarme a cargar mis maletas)

Yo iba emocionado convenciéndome de que tenía algo contigo, engañándome una vez más, rogándole a alguien allá arriba que ese momento fuera real, imaginando que quizás algún día podría llamarte novia o “cariño” al despertar, o podría tomarte de la mano sin temor a que nos vieran, sin tener que escondernos para poder abrazarnos, ni esconder las fotos… sin que tuvieras que evadir sus llamadas a tu celular o desviarme la mirada si estábamos enfrente de alguien que no sabía… eso fue tan, tan doloroso para mí…

… me sentía un embustero, una sombra de algo despreciable, de un ladrón de algo hermoso…

Ese día que me acompañaste por el Kebab y que él te esperaría en la escuela ya llevaba tu iPod… lo llevaba escondido en la bolsa del pantalón, envuelto en ese tosco pedazo de papel que compré en esa curiosa papelería que está enfrente de la escuela, a veces lo apretaba y me sudaba la mano, incluso estuve a punto de sacarlo y dártelo, pero dudaba...
Si no te lo di ese día fue porque estaba esperando el momento preciso, el momento mágico, el único y especial, alguna señal en el cielo quizá me indicaría el momento… pero tenías que irte con él y dejarme… muy a tu pesar quiero pensar… dudé en dártelo después...

Me sentí tan rechazado esa noche… sin embargo renuncié a luchar. Me fui a mi casa solo y ese día descubrí lo que significa la soledad. Ya ni Rachmaninoff me acompañó, como todas las noches solía hacerlo.

No sabes cuantas lágrimas te lloré…




Nada te pudo quitar esa sonrisa enfrente de mí. Tal vez la única vez que no sonreíste fue aquel día en el Rasmatas. Ese día te vi casi llorar. Lo siento.

Estaba demasiado vulnerable y ahora sigo estándolo un poco.

¿Porqué no luché más?, ¿Porqué te dejé ahí?, ¿Porqué, si sabía que te estaba amando, que podía robarte y no dejarte ir? No tenía certeza de que así sería, pero tuve la oportunidad y la dejé ir…

Quizá eras tú y no será nadie más.

Tal vez es porque creía que no te merecía… o que no te lo merecías, parecías tan aceptablemente feliz con él, inmersa en esa laguna fría de besos displicentes. Parecía eso tu único destino, el destino rosa y un poco insípido de esa niña de pueblo, simple y sencilla, buena y tranquila, esa niña que algún día tontamente te llegué creer…

Quizá no me atreví por supersticioso… porque tal vez estaría atentando contra un destino escrito antes de nuestro nacimiento, en las estrellas o en las líneas de nuestras manos…

...tal vez traes escrito su nombre en las manos y no lo supe leer, y tal vez la soledad está escrita en las mías y me niego a leerlo.


...no, no lo creo más...

Ahora me siento responsable de mi vida, por primera vez no espero nada, ni de la vida, ni del destino, ni de dios… ahora busco, pero lo que me entristece ahora es que no sé si lo que busco sea algo valioso. Creo que busco dinero, un auto bueno, una chica que adorne mi vida, una cerveza, una casa, ropa… todo esto a falta de tan sólo un abrazo como los tuyos… busco eso porque estoy solo, porque me siento demasiado solo, aislado, excomulgado de mi propia vida, sin mi alma, sin mí y sin ti.



Nunca me negaste tu sonrisa… Eso fue algo muy grande para mí…



…te pienso y te siento. A veces me parece que puedo oler tu piel...



…te extraño, y a veces no me gusta admitirlo.



Princesita... Dulce de leche…



No sé si te acuerdes de todo lo que yo recuerdo, si no es así, me alegro, porque así te pareceré más un fantasma que un hombre.



Seré ese fantasma que siempre supe que sería en tu vida.